martes, 24 de mayo de 2011

Uiso Alemany: Un tiempo, un espacio


Su estudio en la huerta de Alboraya se le queda pequeño cuando otea el horizonte en busca de rincones inspiradores para su arte. En perspectiva, Essaouira. En el corazón, Batabanó. Siempre, Sao Paulo y mientras, el Centro del Carmen, donde ha inaugurado la exposición ‘Un tiempo, un espacio’.

-Treinta años han tenido que pasar para que podamos ver la obra que realizó junto a Vicente Peris.
-Sí, la exposición del Centro del Carmen mostrará las telas de gran formato que realizamos en la década de los ochenta. Durante un año, el Centro del Carmen fue nuestro estudio, en una época en la que Valencia estaba muerta. Vicente venía de Alemania y yo de Estados Unidos, antes también había estado en Alemania y en estos países descubrimos el expresionismo, el informalismo, la abstacción… y, al volver y reencontrarnos, decidimos hacer algo serio y ahí, en el Carmen, nació esta obra que ahora se muestra tras haber sido restaurada por el Instituto Valenciano de Conservación y Restauración, y con un leiv motiv común: un tiempo y un espacio.
-Tiempo y espacio a los que usted reta constantemente porque en su dilatada trayectoria no ha parado de viajar y trabajar fuera de Valencia..
-Me gusta salir de mi estudio en la huerta de Alboraya porque sus cuatro paredes me aprisionan y no te dejan libertad. Llega un momento en el que ese espacio del estudio te absorbe y debe ser al contrario. Eres tú el que tienes la necesidad de absorber las vivencias del exterior. Sí, viajo mucho y trabajo también, si puedo, fuera y si no conozco el idioma del lugar, mejor.
-¿A que se debe esa preferencia?
-La esencia está en los gestos, en la forma de mirar, en el comportamiento de la gente. Para los artífices plásticos estos aspectos nos cautivan mucho, quizá para un literato sea diferente, pero a mi como pintor me interesa mucho el tema gestual de las vivencias.
-¿Y en qué lugares del planeta ha encontrado más inspiración?
-Me ha interesado siempre lo primitivo, las cosas más auténticas, lo esencial. Me gustan mucho los desiertos, por ejemplo. En mi obra intento siembre acceder a aquello que está por debajo de la realidad, aquello que no es evidente y en todos los pueblos más primitivos, encuentras con facilidad todo esto de lo que le estoy hablando.
-Desde hace unos ocho años aproximadamente mantiene un vínculo especial con Brasil ¿cómo surgió ese flechazo con una ciudad como Sao Paulo?
-En el año 2003 realicé una exposición allí y el director de la pinacoteca donde expuse vino a visitarme posteriormente a Valencia y me dijo: ‘Uiso, tu obra tiene fuerza, has de venirte a Brasil’. Me preparan un estudio en Pernambuco para que trabajara y me organizan diversas exposiciones en diferentes museos de todo el país. Y en todo ese tiempo, poco a poco, comienzo a enamorarme de Brasil y de sus gentes que son maravillosas, con esa alegría de vivir y terminé comprándome un estudio en Sao Paulo. En noviembre próximo tengo una exposición allí. Me marcharé en octubre y quizá el final de año lo pase en Cuba.
- ¿Y por qué en Cuba, si no es mucha indiscreción?
-Allí, en Batabanó, tengo un amigo pintor, José Mederos. Me deja su estudio para pintar. La última vez que le visité hicimos un manifiesto dadaista enloquecido. Los cubanos también saben disfrutar de la vida, lo pasamos muy bien…
-Y ya que estamos, algún proyecto más que le lleve a otro lugar del mundo…
-Para el año que viene una fundación marroquí me ha invitado a que pase un par de meses en Essaouira para pintar.
-¿No para, eh?
-La inquietud no la he perdido, la llevo en los calcetines.
Foto: Silvia Peris

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