Hace ya algunos años, la prensa recogía una noticia insólita que inducía a pensar que todos los problemas de la Humanidad se acabarían como por arte de ciencia matemática....Vaya, que tan fácil como sumar cuatro manzanas y restar una. Psicólogos británicos habían descubierto la fórmula de la felicidad, y era la siguiente:
Felicidad = P + (5XE)+ (3XN)
Todo ello teniendo en cuenta que la variable P constituirían las características personales (filosófía de vida, adaptación y resistencia), la E representaría la existencia (salud, estabilidad financiera y amistad) y la N se correspondería con las necesidades prioritarias (autoestima, expectativas, ambición y sentido del humor).
Unos años después, el eminente y sobrevalorado Eduardo Punset, que tan pronto es político, como economista, como escritor, como divulgador científico, y que en los últimos años ha encontrado un filón en la publicación de libros, incidía en el tema y en su libro "El viaje a la felicidad", redundaba en la formulita y ofrecía una nueva ecuación basada principalmente en valores como las emociones y los factores externos e internos. Antes, durante y después de estas formulaciones sorprendentes, la felicidad como concepto y como estado vital deseable hacía correr ríos de tinta en la pluma de escritores, filósofos y científicos y, ya metidos en el siglo XX y parte de este XXI, en las plumillas de autores new age, de autoayuda, que han creído encontrar la piedra filosofal de la felicidad ofreciendo teorías innovadoras y métodos de alcanzarla en recetas de cuatro puntos con ingredientes incluidos.
Acabo de releer "La conquista de la felicidad" de Bertrand Russell, un hombre que tenía pinta de científico despistado y que parece ser llegó a los cerca de noventa años después de haber vivido una existencía intensísima con un montón de libros y ensayos escritos en el terreno de las matemáticas y la filosofía, cuatro matrimonios con sus correspondientes divorcios, penurias económicas, numerosos viajes y residencias en diferentes lugares, y tras una comprometida actividad política en defensa de las libertades y el pacifismo, que le valieron en algunos casos su paso por la cárcel. Vamos, lo que podríamos llamar una vida al 100 por ciento, con todas sus miserias y también con sus virtudes. Un señor que podría tener cierta autoridad para hablar de una materia de tanto interés para el más modesto de los mortales.
Para hacernos una idea sobre sus motiviaciones a la hora de adentrarse en este jardín, Rusell explicó que la obra "fue escrita en una época en que necesitaba ejercitar mucho mi autocontrol, y servirme de la experiencia aprendida con el dolor si quería que mi felicidad fuera estable y duradera". Parece ser que el libro fue denostado por los intelectuales de la época que la consideraron demasiado comercial y que, por el contrario, fue un éxito de ventas en los inicios de los años treinta, como lo son hoy en día algunos betsllers de autoayuda.
Bertrand Rusell se avanzó a esta pseudoliteratura y compuso una formulación de la felicidad de puro sentido común, en la que han bebido posteriormente muchos autores de gran éxito actualmente en nuestro país. Me estoy refiriendo a los Bucay, los Punset, etcétera...El profesor José Luis Aranguren indicaba que se trata de una obra escrita por un "moralista clásico". Yo más bien diría que es un compendio de reflexiones de un ser humano que trató de entusiasmarse con la vida y que compartió su entusiasmo con otros seres humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario